Representación 19 de junio 2015
Ángel Fernández Rodríguez,
profesor de Lengua y Literatura Castellana
Al
igual que sus antepasados, el chamán de una tribu despliega, ante quienes requieren sus
servicios, un repertorio heredado de dichos,
gestos y aspavientos, todo un ritual con el objeto de curar, en medio de una
atmósfera propicia, “ilusionante”: un
rito, pero con mucho teatro. Son los mismos recursos que utilizamos en nuestra
comunicación para convencer a nuestros interlocutores, haciendo más eficaz
nuestro mensaje, porque cada situación exige que representemos un papel diferente, adecuado a nuestro
interlocutor.
Un
espectáculo teatral es un complejo hecho comunicativo de escenografía,
iluminación, sonido, vestuario; pero también gesto, voz, movimiento. Por tanto entre teatro y comunicación se da
una relación evidente: ambos comparten procedimientos, estrategias
comunicativas, que, aunque naturales, exigen un aprendizaje social para su uso
correcto en la vida diaria.
En
este sentido, la Enseñanza propone desarrollar estas habilidades comunicativas
a través de las Competencias Básicas: Competencia en Comunicación Lingüística,
Competencia Social y Ciudadana, Autonomía e Iniciativa Personal. A su
consecución contribuye, sin duda, la práctica teatral. No obstante, la práctica
teatral, en el aula, es una iniciativa aislada, producto del esfuerzo de unos
pocos.
El
teatro, en el marco educativo, se convierte así en una herramienta educativa,
cuando menos, interesante y atractiva para el alumnado, por su carácter lúdico.
Aunque sus fines son más ambiciosos, de forma general, el teatro en el aula permite
al alumnado ejercitarse en habilidades
sociales, proponiéndole diferentes roles y situaciones comunicativas,
similares a los de la vida diaria, a
partir de pequeñas representaciones creadas en este ámbito.
Entre otras virtudes, el teatro desarrolla la
creatividad, generando una sucesión de ideas que configuran el conjunto del espectáculo; potencia
la concentración, por la exigencia de memorizar; refuerza la atención, pues el
diálogo obliga a sintetizar desde la escucha atenta; desarrolla la inteligencia
emocional para conocer y controlar los estados de ánimo; robustece el
compromiso del trabajo en equipo y la asunción de responsabilidades, por la
interdependencia de todos los miembros; finalmente, tonifica las relaciones
entre alumnado profesorado en el aula fomentando el clima de convivencia
necesario para el desarrollo de la actividad académica en general.
En
el fondo, al igual que nuestros antepasados, somos puro teatro.